lunes, 4 de noviembre de 2013

Alas.

Cuando siento que le quiero, pienso si sus alas son tan grandes como las mías. Sí es que en algún momento nuestros caminos se trucaran y no podrá seguirme el paso. Luego, me esfuerzo en pensar que ahora no sé exactamente si es que acaso poseo yo alas y no soy un animal inamovible.  Me esfuerzo en pensar que lo apremiante es saber y utilizar, sí es que las tengo, mis alas y una vez yo vea el cielo más cerca de mis ojos, entonces, he de preocuparme por hacer que sus alas se desplieguen y que vuele a mi par. Por ahora, quiero ver si mi espalda es, como muchas otras, únicamente para soportar el peso de una vida impuesta o si acaso, dicha mía, es para volar y ya posee plumas, o al menos las tiene por salir. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

El futuro se acerca, ciertamente.

El paso del tiempo es inexorable. Imposible de detener. No existe cosa tan inclemente ni ente tan deshumanizado como el golpe imparable de un tic-tac. Nos hacemos viejos, nuestra piel se rompe segundo tras segundo y en un abrir y cerrar de ojos seremos viejos. Irreprochablemente así es la vida, o al  menos la que nos tocó vivir. A veces le tememos al tiempo, en ese cáncer silencioso preferimos no pensar, como si eso cambiara algo. Tú, yo, tus padres, los míos, tus amigos, mis amigos, el ser que crees amar, el ser al que agradezco su existencia, todos vamos de paso. Qué triste que nuestro fin sea una tumba, ah, pero que delicioso puedo imaginar que será el camino. Yo estoy en paz, si muriese ahora me iría feliz de haber visto el mundo y si mañana despierto con vida bajo mis parpados, espero continuar así, feliz y en paz. Que nada me cambie, que yo no pienso cambiar por nada. 

Me preguntó ante mi muerte qué cambiaría, qué tan relevante sería mi inexistencia, y seguramente, nada pase. Cuando muera nada cambiaría en lo más mínimo. Habría dolor supongo, llanto si es que tengo suerte de que alguien llore por mí. Qué pena, dirán unos, mientras que a la mayoría les daría igual. Es crudo pensarlo, y más cuanto me siento tan indispensable para mí mismo, de la misma forma que la luna no podría pensar en noche si ella no existiera. 


Pero que venga todo, que yo esperaré ansioso aunque lo que espere sean caídas. Que cada error sea uno más que no vuelva a cometer y que cada dicha sea un pluma para tejer mis alas. Yo he de volar, tanto como me sea posible. Yo he de volar, y en algún momento, quizá para nunca más volver. 




Juan Pablo Guzmán.